En
muchas ocasiones nos vemos superados por niños que manejan las nuevas
tecnologías muchos mejor que nosotros y es que hoy en día, los niños han dejado
de venir con un pan debajo del brazo para hacerlo con un gadget último modelo.
Está
claro que nos encontramos en una clara desventaja en el manejo de las TIC
(Tecnologías de la Información y la Comunicación), ya que cuando nosotros éramos
pequeños, lo más parecido que teníamos a una de las actuales videoconsolas,
eran esas grandes máquinas recreativas que contaban con solo 256 colores y en
las que nuestra misión era deshacernos de todas las naves invasoras, disparando
rayos láser. Hoy en día, cualquier niño de 12 años sabe utilizar perfectamente
un dispositivo inalámbrico, que permite jugar en tiempo real con otra persona
que está en la otra parte del planeta y que hace solo 30 años, hubiese parecido
sacado de una película de ciencia ficción. Lo mismo que pasa con los
dispositivos electrónicos, sucede con los nuevos entornos en los que se
socializan las generaciones.
Los
amantes del cine y sobre todo los sociólogos y psicólogos, recordarán la
película basada en hechos reales "El pequeño salvaje" (Francia,
1960), en la que se narraban los problemas de socialización que tenía un niño,
que había pasado los primeros años de su vida abandonado en el bosque,
conviviendo con los animales, de los que había aprendido todo lo que sabe. Hoy
en día se han cambiado las tornas y no somos precisamente los adultos los que
mejor nos manejamos que la selva que suponen las Redes Sociales y es aquí donde
radica el principal problema: padres y
educadores nos encargamos de que los más pequeños adquieran los patrones de
conducta que la sociedad considera adecuados para una correcta socialización en
el mundo físico, pero ¿quién se encarga de esta formación en el mundo virtual?
Estamos
ante un grave problema y es que los adultos, en muchas ocasiones, no están
dotados de los conocimientos necesarios para poder asesorar a sus hijos o
alumnos y estos demandan su presencia en las redes sociales para poder
relacionarse con sus iguales. Por lo tanto adultos
y menores nos encontramos solos de una forma o de otra en la misma selva.
Es
frecuente encontrar a muchos padres y profesores que desaconsejan el uso de las
redes sociales a los menores, pero ¿es esto lo correcto? Pongamos un ejemplo
con un caso más habitual para aquellos que ya peinamos alguna cana: ¿qué sucede
cuando un niño no se relaciona con gente de su misma edad? Muy sencillo, no
aprende a socializarse con sus iguales y le costará entablar relaciones
normalizadas con gente de su edad. No con esto quiero decir que debemos darle
rienda suelta a los niños en el cibermundo, si no que debemos integrarnos en su
mundo para ayudarles, orientarles y aconsejarles.
Es
frecuente que los padres deleguen en los docentes la labor educacional de sus
hijos, así como es también muy frecuente que los docentes se laven las manos
diciendo que son los padres los que tienen que educar a sus hijos en casa.
Planteemos las cosas tal y como son: en España, actualmente aproximadamente unas
cinco horas y media sin quedarse al comedor ni a ningún tipo de actividad
extraescolar, calculando que el menor duerme nueve horas diarias, rápidamente deducimos
que pasa con sus progenitores (o abuelos o cuidadores), unas diez horas
diarias. Es totalmente ilógico por tanto decir que la educación debe recaer de
forma exclusiva sobre los padres o los docentes, todas las personas que
aparecen en la vida de los menores, deben participar en su proceso educativo
(entendiendo este como la adquisición de valores y patrones éticos), ya que es
más fácil (y lógico) que todos “rememos
en la misma dirección” a que cada uno haga “la guerra por su cuenta”. Esto
me lleva a dejar una pregunta en el aire: ¿se
controla quien participa en la educación de los menores en el cibermundo,
aconsejándoles y orientándoles?
Vayamos
ya al apartado de la privacidad. A quién no le han dicho alguna vez sus mayores
eso de “no hables con desconocidos”, “no cojas caramelos de quien no conoces”,
etc. etc. Entonces, ¿por qué un adolescente tiene más de 300 amigos? ¿por qué
una gran parte de menores queda en la vida real con personas que ha conocido en
el cibermundo? ¿por qué la gran mayoría de los padres no sabe con quién hablan
sus hijos y comparten información?
Es
cierto que ser madre o padre no es una tarea fácil y que cada día se encuentran
con más dificultades, pero al igual que ningún padre quiere que sus hijos viva
en una burbuja y por eso le llevan al colegio, al parque y a eventos sociales
apropiados para su edad, no podemos aislar a los menores de un mundo del que
son (tal y como les define Mark Prenskey) “nativos digitales”. Es por tanto que es una obligación tanto
por parte de los padres, como de los docentes, formarse en esta área para
ayudar a los más pequeños y protegerles (sin agobiarles), de los muchos
peligros que hay y buscando los entornos más apropiados para cada edad.
Por
último, me gustaría destacar la importancia de concienciar a la sociedad de la importancia
que tiene poner a buen resguardo aquella información o material que no queremos
que se difunda: son numerosos los casos de personas anónimas que han saltado,
tristemente, a la fama por fotografías o vídeos que se deberían haber guardado
en la intimidad y de forma más o menos accidental se han hecho públicos. Pero
no es un problema solo del usuario de a pie, son numerosos los casos de famosos,
que han visto publicados en Internet datos personales o material de su vida
privada. Es fácil hacerse la pregunta, ¿entonces estamos más desprotegidos que
antes? A lo cual respondo: no, simplemente tenemos que aprender a preservar
mejor nuestra intimidad.